Plano de situación
de Almenara, en la provincia de Soria, próxima a Gómara y Buberos, que
se citan en el texto. |

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"...Mi familia es
propietaria del Castillo de Almenara, situado en la zona oriental de la
provincia de Soria. Lo adquirieron mis bisabuelos, Celedonio Jiménez y
Luisa de Ledesma, a fines del S XIX a sus anteriores propietarios, los
Condes de Gómara. Mis bisabuelos se trasladaron allí desde Buberos,
donde residían, y vivieron en la planta alta.
La planta baja estuvo
alquilada a la guardia civil, que la usó como casa cuartel, y en ella
nació y vivió Leonor, la que luego sería esposa de Antonio Machado. Mis
abuelos, Celedonio Jiménez de Ledesma y Cruz Borobia, también vivieron
en el castillo hasta 1940, y en él nació mi padre, José Jiménez
Borobia.
La historia del Castillo
de Almenara es un importante documento de la historia de España, pero
para nosotros se ha convertido en un reto y un proyecto familiar al que
venimos dedicando nuestras vacaciones de verano en los últimos treinta y
tres años.
Tanto mis bisabuelos como
mis abuelos realizaron únicamente labores de mantenimiento, muy
meritorias en el caso de los últimos, a los que le tocó vivir una etapa
especialmente dura y una situación económica más que precaria. Fue la
siguiente generación, la de mis padres y mis tíos, la que se planteó
actuaciones de consolidación y restauración, sobre todo desde que en
1969 se derrumbó un ángulo del recinto superior, que carecía de torreón,
dejando a la vista el interior de la vivienda.
El derrumbe era
consecuencia de un estado general de deterioro, con zonas totalmente
ruinosas y otras en vías de deterioro. El uso prolongado había
desfigurado el edificio, se habían construido edificaciones auxiliares en
su interior, y las estancias originales se habían compartimentado. En
esta máquina de guerra medieval hacía tiempo que anidaban centenares de
palomas que, si bien eran la base de los excelentes platos de pichón
escabechado de mi abuela Cruz, sus nidos habían colaborado a la ruina
general de tejados y muros.
Lo primero que hicimos
fue cerrar el boquete causado por el hundimiento que, aunque de manera
burda, sirvió para detener el proceso de deterioro. Las siguientes obras
se centraron en el recinto exterior, restaurando las paredes derruidas,
reconstruyendo poco a poco los dos cubos hundidos y el desmochado, y dotándoles
de tejados. Luego eliminamos las construcciones añadidas restituyendo el
patio del aljibe a su estado original.
Después vino la
restauración de la cubierta, en la que mantuvimos la totalidad de las
vigas maestras, ya que estaban en muy buen estado, y sustituimos los
solivos y tablas, y reutilizamos en lo posible la mayor parte de tajas y
canales originales.
En el interior se han
realizado trabajos de recuperación de todos los espacios, eliminando
compartimentos y falsos techos, y se han renovado todas las ventanas y
puertas exteriores. También las instalaciones de fontanería y
electricidad se han actualizado, y hemos dotado al castillo de elementos
de comodidad como baños, y calefacción por leña en una habitación.
Ha sido una labor ardua,
que ha exigido mucho tesón y dedicación, nuestras vacaciones y bastante
dinero. No conocemos Cancún, pero nos produce mucha satisfacción haber
sido capaces de recuperar y mantener esta propiedad familiar.
Hay ciertas claves que
merece la pena destacar. En primer lugar, los miembros de la familia nos
hemos constituido en promotores y gestores de nuestras actuaciones. Hemos
adquirido los útiles necesarios, la grúa los andamios, las
hormigoneras... Pero más importante que los medios son las personas, y
nosotros hemos tenido la suerte de dar con gente como Fructuoso Delgado,
que siempre se consideró parte del proyecto y en cualquier obra que
aceptaba siempre advertía por adelantado que el mes de agosto era sagrado
porque lo tenía que dedicar a Almenara. De gente como él hemos aprendido
a ser albañiles, electricistas, carpinteros, pintores, y lo que hiciera
falta, hemos rebuscado en escombreras para encontrar material... y nos
hemos puesto siempre manos a la obra con espíritu austero para
administrar unos recursos económicos y de todo tipo que siempre son
escasos.
Gracias a lo anterior, el
dinero realmente desembolsado no ha llegado a los doce millones de
pesetas, que actualizados serían unos treinta, y todo ello repartido
entre mis padres y mis tíos. Por poner un ejemplo; la instalación eléctrica
supuso un desembolso inferior a 100.000 Ptas en materiales que instalamos
nosotros mismos a lo largo de dos veranos.
En un proyecto tan largo
tiene que haber de todo, y hasta hubo un verano en que no hicimos obras
por pequeñas discrepancias familiares. En el pueblo al principio
levantamos corrientes de escepticismo, y nos tildaban de excéntricos.
Tuvimos que luchar contra una costumbre inveterada de usar los fosos del
castillo como escombrera y vertedero municipal. En otro momento tuvimos
que vérnoslas con un Ayuntamiento empeñado en hacer un parque en los
terrenos del castillo, que son nuestros, incluyendo un vial con tráfico
rodado que pasaba bajo uno de los arcos del puente de acceso al castillo.
Con el tiempo todo ha cambiado; hoy se aprecia nuestra labor y recibimos
muchas colaboraciones espontáneas normalmente en materiales como piedras,
tejas, puertas, etc.
Del Ministerio de
Cultura, del cual dependíamos en los primeros años, recibimos promesas
de ayuda, de la visita de un arquitecto que nunca se produjo. Menos mal
que tuvimos la ayuda de Feliciano Sainz, un aparejador de Soria que nos
asesoró a cambio sólo de una teja de la cubierta, con la que se daba por
bien pagado.
Ya dependiendo de la
Junta de Castilla y León, recibimos una ayuda importante para la
restauración de la cubierta. En la actualidad se sigue manteniendo el
programa de subvenciones, pero no hemos vuelto a utilizarlo, porque es muy
complicado, normativista y lento. Los plazos y procedimientos, las obras y
la documentación a presentar están más pensadas para proyectos
diferentes, realizados con empresas y con presupuestos abultados. Nosotros
no podemos justificar los costes ni los materiales de derribo que
conseguimos, así que al final las ayudas no nos compensarían el coste de
la documentación necesaria.
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