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Palacio Velarde

Santillana del Mar es un pueblo excepcional por muchos conceptos. De origen medieval, construida en torno a la basílica que guarda los restos de Santa Juliana, pasa a ser solar del muy culto Marqués de Santillana, y de una serie de orgullosos hijosdalgo, hombres libres que ganaron sus escudos de armas en las guerras de la Reconquista y los plantaron en torres, casonas y palacios, formando enormes esculturas en piedra arenisca.
Alejada de los caminos, Santillana quedó luego aislada y congelada en el tiempo, hasta que en 1876 la descubre Galdós en un viaje que hace a Cantabria, invitado por Jose María Pereda. Era entonces una ciudad solitaria: "…nadie podrá decir la he visto de paso. Para verla es preciso visitarla… Nadie nos mira, nadie nos sigue, y el roñoso gozne de la ventana secular no gime lastimero abriéndose para dar paso a un semblante humano". Pero ese aislamiento que pudo conservar lo que Ortega y Gasset más tarde llamó "un museo de la arquitectura señorial", se rompió con el descubrimiento a principio del Siglo XX de las Cuevas de Altamira, esa catedral de la pintura rupestre que empezó a atraer un río de turistas hasta nuestros días.
El Palacio de Velarde o Palacio de las Arenas, situado en la plaza del mismo nombre, frente a la cabecera de la Colegiata, destaca en Santillana por sus características singulares.
"Excepcional es, en la arquitectura de Santillana por su edificación exenta, por su elevación y sus remates llamativos, así como por su carácter renaciente… Es una de las más bellas y románticas estampas de la villa aquel palacio aislado, rematado por estilizados pináculos y como defendido por los imbornales en cañón que, con sus muros cubiertos de yedra y su cerca pétrea con portalada en arco, parece afirmar su autonomía e importancia. El palacio, que lo es, con sus tres pisos y su ático, es de planta rectangular, con la clara acentuación de las horizontales que el Renacimiento gusta de señalar. La fachada ala plaza presenta la portalada, que da paso al interior, cercado con amplia huerta. En el ángulo más próximo, el amplio balcón plateresco, con su ancho dintel dovelado y las jambas flanqueadas por las chatas columnasabalaustradas, sobre alto pedestal, y sue entablamiento rematado por el escudo con leones tenantes y flanqueado por flamencos, que en su tarja recortada, a la italiana, exhibe las armas de la casa Velarde. La fachada menor ostenta huecos en arco de medio punto, con molduras y decoración interior, y otro escudo en su recuadro, a más de la entrada en soportal. El remate del palacio, con su antepecho erizado de remates, conserva un recuerdo de la torre medieval, ahora civilmente transformada en alarde decorativo lo que tuvo fines de defensa…". (Enrique Lafuente Ferrari, en El Libro de Santillana)
Construido seguramente sobre la base de una torre defensiva medieval, donde se refugiarían de los ataques moriscos los monjes del en su día Monasterio Cisterciense de Santa Juliana, el palacio fue fundado ya en tiempos más tranquilos por Don Pedro de Velarde y Villa, prior de la Colegiata de Santillana del Mar, y original de la zona, en la que se encuentran otros escudos de armas. El palacio decaería como todo en Santillana, hasta que se redescubrió junto con las Cuevas de Altamira, y a principios del siglo XX lo adquirió en estado bastante ruinoso el novelista Ricardo León, autor de la novela histórica Casta de Hidalgos. Enamorado de Santillana, la tomó como su residencia de verano, adquiriendo el Palacio Velarde para restaurarlo, anque nunca llegara a verlo terminado. La siguiente propietaria fue la Duquesa de Parcent, notable mecenas y responsable en parte del renacimiento de Santillana, y consorte del Príncipe Hohenlohe, que contribuyeron a su buena restauración y mantenimiento. El último propietario fue un médico, original de Torrelavega, de donde salió de niño, y adquirió el palacio como residencia palaciega para poder volver ocasionalmente a su tierra. Sus herederos lo ponen hoy a la venta, en busca de un nuevo propietario que mantenga la tradición de conservar esta propiedad excepcional, que deberá seguir pasando de generación en generación en condiciones mejoradas.
El edificio tiene cerca de 270 metros cuadrados por planta, y un total de 1.076 metros cuadrados en tres plantas y ático, y se encuentra en perfecto estado de uso, con suelos de tabla sobre estructura de roble e importantes elementos de arquitectura palaciega montañesa como las escaleras de subida a la planta principal, chimeneas y las ventanas en cortejador desde las que se domina la Colegiata. Cuenta con un jardín vallado de 550 m2, con importante arbolado.
Separado solo por la calle lateral, la propiedad cuenta además con la finca llamada La Socarreña, un huerto de 541 m2 totalmente vallada, y otra aneja de 9.970 m2.
El precio de venta del conjunto es de 4.350.000€