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Santo Domingo de Huete

Fundado en 1393 en la entonces muy pujante ciudad de Huete, este Convento de dominicos hoy totalmente arruinado fue uno de los principales de la orden en Castilla, y contó con un bellísimo claustro del SXVI, del que hoy sólo podemos hacernos idea gracias a los elogios de Ponz y Madoz y la descripción del alcalde de Huete que en 1870 lo describía así “Era notable en Santo Domingo la hermosa columnata de su patio, sosteniendo arcos de medio punto del orden dórico todo, y superpuesta en el piso alto otras columnas jónicas y estriadas con arcos rebajados y sus correspondientes cornasimentos, siendo las columnas todas de una sola pieza y bien labradas y resultando de un efecto admirable”

Sabemos también que el convento tenía adosada a él una iglesia en estilo gótico isabelino que se aruinó irremediablemente en 1620, y que en su lugar y aprovechando algunos elementos válidos se construyó la actual Iglesia de Santo Domingo que hoy día constituye uno de los edificios más destacables de la muy monumental Ciudad de Huete.

Para el diseño de este edificio se hizo llamar al Carmelita Descalzo Fray Alberto de la Madre de Dios, uno de los arquitectos más importantes de nuestro S XVII, y cuya obra más destacable fue la fachada del Convento de la Encarnación en Madrid.
En 1620 Fray Alberto viajó a Huete y proyectó una gran nave rectangular con fachada principal de 20 metros y 38 metros de fondo, en la que se inscribe el templo en cruz latina bajo una gran cúpula sobre pechinas en el crucero. La cúpula consta de ocho elementos separados por postillones resaltados que se unen en el vértice de la clave.

La nave se cubre con una bóveda de medio cañón con lunetos, sujeta por arcos fajones peraltados de medio punto, realizados en piedra de sillería que se dejó vista. Los arcos descansan sobre pilastras de orden toscazo que enmarcan los arcos triunfales de acceso a las capillas laterales. Sobre el acceso se sitúa el coro en los dos primeros tramos de la nave principal, soportado por arcos carpaneles y bóvedas rebajadas de medio cañón.

El exterior de la iglesia es de gran sencillez y, con la excepción de la portada principal, muestra una gran austeridad clásica.

La fachada principal, realizada en piedra de sillería, muestra la clara influencia de la arquitectura herreriana. La nave principal se refleja en la fachada en su paño central enmarcado por dos grandes pilastras que soportan el gran frontón que la remata, y con los tres águlos puntuados por la cruz central que culmina toda la obra, y las dos bolas a cada lado. En los cuerpos laterales, las puertas que dan acceso a las capillas laterales enmarcadas con molduración clásica, los ojos de buey y las ventanas del coro completan una composición de clasicismo pleno.

Una vez realizados los planos, Fray Alberto hizo entrega de ellos al prior, quien encargó las obras primero a Antonio Mazas, y luego a Pedro del Valle, quienes aportaron algunas modificaciones, algunas no exentas de interés. Al primero de debe la portada de entrada, de orden toscano, con arco triunfal sobre columnas exentas sobre plintos, y el cuerpo superior con la hornacina central enmarcada por la decoración de pirámides y bolas más emparentada con el lenguaje barroco. A Pedro del Valle se deben las dos espadañas laterales, en este caso de un clasicismo muy escurialense.

El templo debió contar con numerosos retablos y obras de arte de importancia, en parte trasladado desde otros lugares, otras provenientes de la iglesia original, y algunas realizadas especialmente para la nueva.

El Monasterio, del que ya en el SXVIII hay noticias y advertencias de ruina, sufrió graves daños con la invasión de las tropas francesas que instalaron allí su cuartel y caballerizas, dispersaron a los monjes, y encarcelaron por predicar en su contra al único fraile que quedó. Con la expulsión de las tropas francesas el convento fue restituido, pero no por mucho tiempo ya que en 1821 fue suprimido durante el Trienio Liberal y sus rentas incorporadas a la Hacienda Nacional, para ser devuelto en 1823 con la vuelta de Fernando VII, hasta 1835 cuando se suprime de forma definitiva con la venta de todos sus bienes.
Del convento sólo quedan algunos arcos y ventanas, así como algunos restos de antiguos artesonados que el propietario trasladó al interior de la iglesia para evitar su total pudrición. La nave de la iglesia fue usada principalmente para usos agrícolas, entre otros como granero como tantas iglesias parecidas, y aun hay quien recuerda haber saltado desde el coro hasta la nave llena de grano.

A pesar de verlo hoy día tan desnudo y vacío de uso y de contenido, no es difícil entornar los ojos e imaginarlo revestido de sus decoraciones sacras, o imaginar cómo sonaría el órgano en el túnel de sus bóvedas, y el inciendo en vez del gasoil de los tractores y landrovers que hoy se guardan allí. Es necesario, es urgente buscarle un uso que le devuelva la vida a este esqueleto de lo que fue una gran obra de arte.

La iglesia junto con el solar con los restos de lo que fue el convento, se encuentra situado en la zona más interesante de Huete, que por sus buenas comunicaciones y proximidad a Madrid, se llena todos los fines de semana de visitantes atraidos por sus valores histórico-artístico y su encanto rural bien preservado. No parece difícil encontrar ese uso.

El precio de venta actual del conjunto es de 600.000 Euros

Buena parte de esta información procede de la monografía de Jose Luis García Martínez, “La Iglesia del Antiguo Monasterio de Santo Domingo de Huete y el Arquitecto Fray Alberto de la Madre de Dios”, Primer Premio exaequo del primer Premio de Investigación Juan Jimenez de Aguilar, publicado en 1998 en la Colección Monografías y Estudios por la Asociación de Amigos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca